El anda por la vieja lima...

La tradicional imagen de Señor de los Milagros llamada el anda, recorre en Octubre las calles limeñas otra vez entre la multitud de la población, entre ricos y pobres, entre ambulantes y autoridades. Una fe que mueve océanos de gente.

El anda otra vez en Lima, por las calles añejas desfigurados por el paso del tiempo, el anda entre los hombros de los 32 feligreses que lo cargan como si de una pesada cruz se tratara; con la túnica morada del que según dicen proviene del Ecuador. El anda a paso lento y a cada paso siempre hay alguien que desarma entre el llanto de un pedido o favor, entre la multitud asfixiante y apretujones que terminan lesionados y casi transpirados, El anda rellena de plata y cobre bruñido con finas texturas de casi 1.500 kilos, se pasea por avenidas y jirones, como sus turrones de almíbar, fabricados para los comensales que devoran a su paso y entretiene el exigente paladar que reposan de forma ambulatoria a degustación del famélico cliente.

Había llegado y estaba casi cerca de la plaza mayor, me abalancé a escudriñar más aún los comentarios reales de los seguidores de esta tradición tan limeña y muy semejante a las procesiones pueblerinas italianas y españolas, junto con bandas de música que entonan una sinfonía sacra que retumban los estómagos al son del bombo y asustan con un solo platillaso. Y comienza el cambio de la otra de las 20 cuadrilla conformadas por los 32 feligreses mencionados, la multitud empieza a amasar los cuerpos, y las mujeres rompe en llanto; una cordón de fibra rustica abre el paso del anda, y las decenas de zahumadoras corean al cielo las entonaciones casi chillantes del himno al Señor de los Milagros, a la procesión.

y Marcela no lloró
De los balcones se riegan las flores, moradas y blancas, algunas rosas y pica pica que llovizne a pleno sol bajo, los niños están a punto de llorar del miedo al desborde y la gente continúan por entrar y salir por las calles como carne molida, una señora que no tenía escapatoria sufría con su niña de 6 años, Marcela, no dudé a ayudarla y la tuve en mis brazos, ella me sostenía con sus pequeños brazos y la calmaba con una arrullante voz, "no pasará nada, solo él" , ella quería llorar y yo intentaba sonreírla para que no lo haga, se asustaba y un grupo de morados con camillas llevaban de urgencia algunas desmayadas por la asfixia. Ya el anda estaba a un metro mío y no sabía cuanto soportar el peso de Marce en esos interminables minutos. Luego de eso su madre se desesperó en agradecerme y bendecirme a nombre de Dios y Marce no lloró.

El anda había pasado por esa estrecha calle con dirección a la Plaza Mayor y casi a cada 3 cuadras había ya un estrado armado para rendirle un mini homenaje, los asientos al frente para aquella señoronas que gustaban esperar sentadas fue devastados por el mar de gente que de un solo empujón quitó las esperanzas del descanso, una pequeña homilía hizo que descansaran de los hombros de la cuadrilla de turno, y los abrazos entre ellos de cada cambio era ya un rito de felicitación.

Tradición limeña
Suena otra vez un campanazo, y el anda comienza a levantarse hasta llegar a puertas de la Plaza. Las bombardas y juegos artificiales estallan hasta poner innumerables estrellas multicolor en el cielo que ya oscureció, los aplausos de toda índole revientan entre los oídos y las pantallas de celulares aparecen entre las cabezas de los feligreses, para tomar una instaneas y grabar el momento de la llegada del cristo que es la figura impresa en el anda de 99 x 1,37 metros, de la réplica del Cristo Moreno que en el año 1965 fue pintada en un muro de adobe por un anónimo esclavo traído de Angola, y pese a intentar desaparecer la imagen y frente a los acontecimientos sísmicos a través de la historia, aún permanece intacta y reposa en el convento de las Nazarenas, en pleno corazón limeño.

El anda ya estaba cerca del ex cabildo limeño, mejor dicho de la Municipalidad para también homenajearlo, pues el anda está coronada por el escudo de la ciudad, una vuelta y en el atrio de la Catedral donde le espera una gran ceremonia de homilías para luego descansar dentro de ella. La noche recién comienza, es hora de partir y el cuerpo ya empieza a dolerme.