TERREMOTO EN PERÚ

Había llegado del descanso hacia la oficina donde trabajo, cuando le pregunté angustiado a Carmen, compañera de oficina, si se trataba de un temblor, ella me miró con sus ojos desorbitados y apunto de salir volando, yo mantuve la calma pese a que quise reírme por el desconcierto imaginándome que se trataba de uno de esos minúsculos temblores que solo te asusta; pero no, este seguía temblando y yo traté de calmar a quiénes ya intentaban dar un grito o correr en los peores de los casos.

Le tomé del brazo a una de mis otras compañeras, Carolina, y le dije que nos refugiemos en una de las vigas, junto a nosotros llegaron más personas que al parecer me oyeron, otras no sabía por cual de las dos puertas salir. Estábamos en la tercera planta y el susto se iba apoderando con ciertos gritos y desorden desbordado en una de las escaleras. Nosotros al sentir que el pesado movimiento sacudía muchos de los cubículos de la oficina, nos dirigimos la salida principal donde ya se oían el jadeo y llanto de algunos; en el instante que yo pedía calma a los demás que intentaba apresurarse por escapar, me sentí atrapado dentro de mi propio miedo al pensar en mi madre y mi hermana que estaban en casa con mis sobrinas, saber que en un momento de pánico podían tropezar y accidentarse, saber que los gritos de Ingrid asustaría a sus pequeñas.

Mientras la tierra temblaba, advertía que no se trataba de un temblor, sino de un terremoto que nos desafiaba aún más mientras los segundos llegaba al minuto; por mi cabeza me acosó la idea de salir lesionado y herido, pero no de morir, una pensamiento caprichoso de tal vez terminar paralítico o mal herido me aterraba cada vez más, cogí el Mp3 y mis dedos se desesperaron por sintonizar la estación de noticias, hasta que lo logré y la primera información que entró por mis oídos fue que el sismo continuaba hasta Colombia y Ecuador atravesando por la selva peruana.

Eran las 7 menos 20 aproximadamente, y al lograr bajar lo primero que vi era la histeria colectiva de los transeúntes, los vehículos que desbordaban de gente deseosos de bajar y aterrados por el paisaje caótico; mi vista desorientada logró ver a uno de los edificios como retumbaba con el sonido natural y la tierra dejó de temblar, los llantos estuvo en muchos ojos, los desmayos y la impotencia se apoderó de ciertos sensibles, y los teléfonos móviles eran inservibles como linternas en mano. Esa noche las redes no funcionaron.

Pasó el susto, y los teléfonos públicos estaban repletos entre manos temblorosas. Intenté comunicarme con mamá y mi hermana pero nada. Subí por mis cosas, como todos, y me fui a casa, entre centenares de oficinistas que iban de prisa a los paraderos, golpeándose entre si.

La avenida Javier Prado, estaba congestionada acompañada de ensordecedores sonidos de los cláxones, tomé el colectivo que me llevaría a casa y el tiempo se hacía cada vez más largo, y en algunos barrios de la capital estaba consumado por la oscuridad del apagón, el conductor nos previno con las noticias que provenía de su radio, a volumen alto cuando que el periodista de turno avisaba de otro temblor que nos sorprendió debajo de un puente principal. Los pasajeros de los vehículos se inquietaron y gritaron en su desesperación al conductor que avance, que no se detenga, que estábamos debajo de un puente, pero al final solo fue un susto.

Llegué a casa, y todos estaban en calma, abrasé a una de mis sobrinas, la de 4 años; creo que con lágrimas en los ojos, quién me reclamó por mi demora, desconecté algunos artefactos y el gas, dije que ya pasó pero que debemos hacer ante cualquier réplica. Luego me enteré que el terremoto fue en Ica al sur de Lima, a 3 horas, y que hubo innumerables pérdidas humanas, más de 500 personas, viviendas destruidas, pensé incluso en mi familia que viven en Cañete, muy cerca de Ica y Pisco, pero todos estaban bien, ya Ingrid se había comunicado con ellos.

Ahora se creó una cruzada a nivel internacional y de España llegarán los Bomberos sin fronteras con sus perros a la obra, de Panamá enviarán ayuda, de Brasil. Los mandatarios de otros países, también nos dan la mano en este día negro para el Perú, Alvaro Uribe arribó este domingo para apoyar a la destruida Ica. Gracias a quienes oran por nosotros, es momento de ayudar y reconstruir lo perdido.

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Publicado para Total News. Buenos Aires- Argentina.